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Auténticos graffitis en Pont du Gard

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Este verano he pasado unos días en el sur de Francia, en La Provenza. A pesar del tremendo calor que ha hecho (creo que hasta las cigarras estaban sofocadas) he disfrutado muchísimo viendo los preciosos y cuidados pueblos y el increíble paisaje que los rodea. Una de las excursiones que hicimos fue a Pont du Gard, uno de los acueductos romanos mejor conservados del mundo. Esta obra, construida en torno al año 50, abasteció de agua durante cinco siglos a la ciudad de Nimes, que por aquel entonces contaba con 20.000 habitantes y se llamaba Nemausus. Hoy en día el acueducto se ha convertido en una atracción turística, en parte por el propio monumento y también por el enclave natural en el que se encuentra.

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Es muy agradable pasar allí el día. Se puede optar por hacer un picnic en la ribera del río (que fue lo que hicimos nosotros) y así sentirse como uno de los personajes de los cuadros de Monet. O se puede alquilar una piragua para navegar bajo los arcos del monumento y darse un chapuzón y refrescarse del calor. También se puede subir a la parte más alta del acueducto, a la galería por la que antiguamente circulaba el agua, y disfrutar desde allí de una vista excepcional del valle del Gardón. Y, aunque esto no lo he visto en las guías, se puede uno entretener buscando los graffitis que adornan —o estropean, según gustos— las piedras del acueducto.

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A estas antiguas inscripciones las he dado el nombre de “auténticas” ya que, antes de que naciese Banksy y de que se inventasen los aerosoles —que quizá es lo que nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra graffiti— ya nos daba a los humanos por marcar el espacio urbano. La intención podría ser la misma que la de los horteras actuales, que escriben sus iniciales en cualquier monumento para dejar constancia de que han estado allí. Y es que parece que por muchos años que pasen, nuestras costumbres no cambian.

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En estos graffitis se puede leer el año en el que se hicieron (los que yo vi son del s. XIX), también los nombres de sus autores, y en algunos, grabados de martillos o de la escuadra y el cartabón, que por lo que he leído tienen que ver con la visita de masones que estudiaban la construcción y, de paso, la señalaban con su nombre.

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El día en el que fui al acueducto hacía un calor de mil demonios. Entre eso y que tenía que manejar un carro con bebé incluido no visité el museo en el que explican la historia del monumento, ni subí a la parte superior de Pont du Gard, así que comparto con vosotros, desde este enlace, las vistas que se tienen desde la galería de la canalización. No sé si las prefiero a los graffitis, así que, como me las perdí, creo que voy a tener que volver. Aunque creo que lo haré en primavera.


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